“La mayoría de las personas son subjetivas hacia sí mismas y objetivas hacia todos los demás, terriblemente objetivas a veces. Pero de hecho, la auténtica tarea consiste en ser objetivo hacia uno mismo y subjetivo hacia todos los demás”. En el verano de 1835 en Gilleleje un joven estudiante de Copenhague dedicó dos meses al estudio, la contemplación de la naturaleza y la introspección, lo que llevaría eventualmente a la redacción de sus primeras obras. Resultaría difícil imaginar el pensamiento de Karl Popper, el cine de Ingmar Bergman o el humor de Woody Allen sin Søren Kierkegaard, padre del existencialismo. "El más profundo filósofo del Siglo XIX” según Wittgenstein, impactó en el devenir creativo de Henrik Ibsen, W. H. Auden y Simone Weil. J. L. Borges tomó nota de que Kierkegaard “frecuentó la duda y la angustia, voz de origen latino a la que dotó de un nuevo escalofrío”.
Cuando celebramos el bicentenario de su nacimiento, a los individuos de las sociedades globales de nuestro tiempo, tanto la vida como la obra de Søren Kierkegaard nos vienen a recordar que en la ansiedad, se halla el buen camino hacia respuestas a preguntas importantes. Kierkegaard considera que quien se elige a sí mismo éticamente, se tiene ante todo a sí mismo como tarea, y que el objeto de la fe no es una doctrina. Afirma que la decisión es el elemento determinante de la existencia, y que en la elección se encuentra lo decisivo de la personalidad, mientras reflexiona sobre la magnitud del valor de la libertades individuales. Además de compartir reflexiones sobre lo estético, Søren va a aportar útiles consejos de seducción a quien los pueda aprovechar y/o le sirvan. Pero también le va a señalar cómo el matrimonio puede ser algo espiritual y sensual, y resultar en una auténtica armonía interior. Todo esto desde un enfoque ético, a través de una forma innovadora, siempre con profundo y liviano buen humor. Y como en la escena de “Una historia de amor”, cuando Annika y Pär se ven por primera vez en los jardines de la residencia, la obra de quien nos dice “mi tristeza es mi castillo” y “la elección es mi contraseña” nos habla, también, del sentido de la posibilidad: “De tener que pedir algo para mí, no pediría ni riquezas ni poder, sino la pasión de la posibilidad, el ojo que aquí y allá, eternamente joven, ve la posibilidad.”Guido Kalwill
Curador del Festival Guido Kalwill es guionista y director de cine. Actualmente desarrolla dos largometrajes: un relato iniciático en Patagonia Norte, y una biografía de Søren Kierkegaard.